¿De dónde sale la leche? El milagro mamífero explicado sin rodeos
No hay día que en las visitas, un niño o un adulto no pregunte: “¿Y de dónde sale la leche?, ¿cómo se fabrica?”. Lo dicen con una mezcla de curiosidad, respeto y un pelín de misterio, como si detrás de cada gota hubiera una historia que aún no les han contado.
Y la verdad es que sí: la hay.
La leche no sale de ningún grifo mágico. Es el resultado de millones de años de evolución, de cuerpos sabios y de una función biológica tan antigua como la vida: alimentar a las crías. Solo las hembras de los mamíferos pueden producirla, y eso tiene una razón profunda, lógica y preciosa.
La leche forma parte de ese mecanismo ancestral que asegura que la vida continúe, dando a cada nueva cría el primer sustento: alimento, calor y defensa.
💡 ¿Sabías que…?
El calostro es la primera secreción que produce el cuerpo tras el parto. No es leche como tal, sino un fluido denso, de color dorado, rico en anticuerpos, proteínas, energía y nutrientes esenciales.
Es la primera defensa que recibe la cría y actúa como una especie de “vacuna natural”. A través del calostro, la madre le transmite parte de su inmunidad, algo que solo ocurre durante las primeras horas de vida.
Por eso es tan importante que el cordero o cabrito lo tome nada más nacer: su bienestar futuro empieza ahí.
De dónde sale la leche. Cómo la fabrica el cuerpo.
¿Cuándo empieza una hembra a producir leche?
Aunque este post está centrado en nuestras queridas ovejas y cabras, todo lo que vamos a contar es extensible a cualquier mamífera del planeta, incluida la especie humana…
Vamos allá: para que una cabra o una oveja dé leche, primero tiene que parir. Esa es la condición natural: la producción de leche está directamente relacionada con la maternidad. No existe sin ella.
Todo empieza con la gestación: cuando una nueva vida se desarrolla en el interior de la madre, su cuerpo se transforma poco a poco para prepararse. A medida que el feto crece, también se activan las glándulas mamarias, una especie de fábrica biológica especializada. Al acercarse el parto, el cuerpo empieza a producir calostro —esa primera leche rica en defensas—, y una vez nacida la cría, llega la leche como tal.
Vemos pues que la leche es el resultado de un proceso natural guiado por hormonas, sobre todo la prolactina y la oxitocina, que le indican al cuerpo: “ya puedes empezar”.
Hormonas que activan la producción de leche
El proceso de la producción de leche está regulado por varias hormonas. Los estrógenos, la insulina o la hormona del crecimiento influyen de forma indirecta, pero las tres que realmente marcan la diferencia son la prolactina, la oxitocina y la progesterona.
Gracias al equilibrio entre ellas, el cuerpo produce leche cuando la cría la necesita… y deja de producir cuando ya no hay demanda.

🧬 Prolactina
Es la responsable directa de la síntesis de la leche. Se activa al final de la gestación y aumenta tras el parto. Cuanto más mama la cría (o más se ordeña), más prolactina se produce. Más estímulo = más leche.
🧬 Oxitocina
Es la que hace que la leche salga. Cuando la cría succiona o cuando se estimula el pezón, se libera oxitocina y esta hace que las células musculares que rodean los alvéolos se contraigan. Esa contracción es la que expulsa la leche hacia los conductos y el pezón. Sin oxitocina, aunque haya leche producida, no fluye.
🧬 Progesterona
Durante la gestación, bloquea la producción de leche para que no se adelante el proceso. Mantiene todo en pausa hasta que llega el momento adecuado. Cuando cae su nivel tras el parto, es cuando la prolactina toma el relevo.
¿Cómo se produce la leche?
Dentro de cada mitad de la ubre hay una red organizada de lóbulos, conductos y alvéolos. Son estos últimos —los alvéolos— los encargados de producir la leche.
Cada alvéolo está formado por una capa de células secretoras que recogen del torrente sanguíneo los elementos necesarios para la síntesis láctea: agua, lactosa, proteínas (como la caseína), ácidos grasos, minerales y vitaminas. No se trata de un simple almacenamiento, sino de un proceso activo: el cuerpo fabrica la leche en tiempo real, transformando nutrientes disponibles en un fluido biológicamente adaptado a la cría.
A medida que estas sustancias son sintetizadas, se van acumulando en el interior de los alvéolos. Estas estructuras están rodeadas por células musculares que, bajo la acción de la oxitocina, se contraen y expulsan la leche hacia una red de conductos galactóforos, que la transportan hasta el pezón.

- Luz alveolar: almacena la leche dentro del alvéolo.
- Mioepitelio: expulsa la leche al contraerse.
- Lóbulo secretor: agrupa los alvéolos que producen leche.
- Ligamento suspensor: sostiene y separa las mitades de la ubre.
- Alveolos secretores: donde se produce la leche.
- Conducto interlobular: transporta leche entre lóbulos.
- Conducto lobular: lleva la leche hacia la cisterna.
- Cisterna de la glándula: almacena la leche antes de salir.
- Pliegue anular: regula el paso hacia el pezón.
- Cisterna del pezón: última cámara antes de la salida.
- Orificio del pezón: salida final de la leche.
La producción de la leche en las mamíferas es un sistema dinámico y regulado por la demanda: cuanto más se vacía la ubre —ya sea por la cría o mediante el ordeño—, más leche se produce. Y si no hay extracción, el cuerpo reduce la producción progresivamente. Es decir: la producción láctea no es constante, sino que responde al estímulo.
¿Por qué la leche es blanca si se forma a partir de la sangre?
Porque la leche no es sangre transformada, ni un simple filtrado. Es un fluido nuevo que el cuerpo fabrica a partir de los nutrientes que circulan por la sangre. Las células secretoras de los alvéolos recogen agua, azúcares, aminoácidos, ácidos grasos, minerales y vitaminas… y con todo eso producen leche desde cero.
La leche es blanca por tres razones principales:
1. No contiene glóbulos rojos
La sangre es roja por la hemoglobina de los glóbulos rojos. La leche no los contiene, así que no hereda ni el color ni el aspecto sanguíneo.
2. La caseína
Las micelas de caseína —estructuras microscópicas donde se agrupan estas proteínas— dispersan la luz. Igual que una nube o la nieve, reflejan la luz de forma tan eficaz que hacen que la leche se vea blanca.
3. La grasa
Los glóbulos de grasa suspendidos también reflejan la luz y aumentan la opacidad. Por eso la leche entera es más blanca que la desnatada, que puede tener un tono más azulado.
Calostro en la alta cocina: ¿última tendencia o saber ancestral?
Y para terminar, volvamos al principio: a esa gota dorada de calostro que lo inicia todo.
Desde hace unos años, el calostro ha empezado a aparecer en las cartas de restaurantes de alta cocina. Se habla de él como de un ingrediente secreto, exótico, casi místico. Chefs de renombre lo cocinan al horno, lo presentan en texturas inesperadas o lo sirven como postre minimalista. Le llaman “flan de calostro”, “colostrum custard” o incluso “la primera leche”.
Pero lo cierto es que este uso no es ninguna novedad.

En muchas zonas rurales, sobre todo del norte peninsular, el calostro se ha cocinado de toda la vida. En Asturias, León, Cantabria o el País Vasco es tradición preparar con él un postre de horno que recuerda a una cuajada espesa o un flan rústico, con un sabor muy especial, profundo y reconfortante. A veces se toma solo, y otras se espolvorea con azúcar, canela o un chorrito de miel.
Eso sí: no se trata de una “moda foodie”. El calostro no es un ingrediente que se pueda producir o almacenar fácilmente. Es un alimento ligado a un momento biológico muy preciso: las primeras horas tras el parto. Y su función es sagrada: alimentar al recién nacido con todo lo que necesita para arrancar en la vida.
En la Quesería artesanal El Cabriteru no utilizamos el calostro para nuestros quesos. Aquí, esa primera leche —rica en inmunoglobulinas, nutrientes y vida— es para las crías. Porque un cabrito o un cordero que mama el calostro de su madre desde el primer minuto es un animal más fuerte, más sano y con mejor arranque.
Podremos admirar la creatividad culinaria, sí. Pero en nuestra casa, el calostro sigue teniendo el mismo destino de siempre: el morro ansioso de un recién nacido que busca la ubre con hambre y con instinto.
✍️ Este artículo ha sido redactado con conocimiento propio, experiencia real y mucho queso del bueno. Si deseas compartirlo, por favor enlaza a www.elcabriteru.com y cita la fuente. Gracias por respetar el trabajo artesano.